viernes, 25 de septiembre de 2015

El aura de un recién nacido


El aura de un recién nacido es intensamente luminosa, lo cual puede ser parcialmente
relacionado con que, por un tiempo, el bebé mantiene algo de la luz de los ángeles que
han asistido en el proceso de nacimiento. La fuerte participación de la jerarquía de los
ángeles en todo lo que es relativo al nacimiento, hace que un parto sea una experiencia
de conciencia de lo más fascinante. Alimenta el espíritu de todos los que están presentes.
Yo recomendaría a todos los buscadores espirituales que aprovecharan cualquier
oportunidad que se presente para estar en un parto.
En el proceso de la alquimia interior, cuando se trabaja en la construcción del cuerpo de inmortalidad, uno de los principales problemas es que ciertos planos han de hacerse de una materia y materiales (no físicos) muy especiales, los cuales no pueden hallarse en lugar alguno de nuestros entornos astral y etérico habituales. Con que se tenga solo un poco de dichas sustancias, se podrá hacer que crezcan de la misma forma que un cristal puede
crecer a partir de un núcleo primario. Pero obtener este primer núcleo es una tarea bastante difícil, para la cual deberemos buscar la cooperación de ciertos ángeles. Al ser más avanzados, los cuerpos de los ángeles están
rebosantes de dichas sustancias. Si podemos sintonizar con ellos de determinada manera, la nueva materia descenderá hacia nosotros como lo hizo el Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés. Esto no se puede improvisar, claro está. Se requiere un corazón puro y una técnica precisa. Pero, cualquiera que sea nuestro nivel,
solo unos segundos de proximidad a los seres de las jerarquías más elevadas demostrarán ser una inmensa fuente de inspiración.
Aparte del toque de los ángeles, durante los primeros 10 á 15 días sobre la Tierra el bebé todavía está saturado con las refulgentes impresiones astrales procedentes del viaje que acaba de completar a través de los mundos
intermedios. Esto puede percibirse en forma de imágenes extremadamente vívidas, las cuales fluirán en nuestra conciencia tan pronto como sintonicemos con el aura del bebé. Recibiremos visiones claras de dónde procede el bebé: espacio, mundos entre la muerte y el renacimiento, y también, posiblemente, su última encarnación. El bebé está desbordante de imágenes astrales. Lo único que hay que hacer es sintonizar con él y las impresiones se precipitarán en nuestro campo de visión.
Los bebés son completamente psíquicos. Un modo sencillo y espectacular para convencernos de este hecho, consiste en permanecer muy enfocados en el tercer ojo mientras estemos en la compañía de un bebé (menor de un
año). Nos asombrará lo sensible que es el bebé a cualquier mensaje que le enviemos a través del ojo.
Practicaremos del siguiente modo: cada vez que el bebé comience a llorar, o a expresar
alguna insatisfacción, iremos directamente al ojo y sintonizaremos con el del bebé. Nos
sorprenderá la frecuencia con que obtendremos una respuesta clara: de inmediato el
bebé cesa de gritar y nos dice lo que no le gusta, directamente, de ojo a ojo. Incluso si las
quejas no cesan por completo, habrá una respuesta y el bebé acusará recibo que ha sido
efectuado el contacto.
Muchos bebés se irritan al no ser capaces de comunicarse con su entorno a un nivel psíquico. Tratan de expresar un amplio abanico de sentimientos, pero parece como si nadie notara nada. Es una experiencia bastante
deprimente. Cualquier psicólogo se alarmaría si oyera que un niño fuera privado de contacto o estimulación físicos.
Pues bien, cuando se abra nuestra visión, inmediatamente nos daremos cuenta que eso es lo que sucede a la mayoría de bebés, aunque a otro nivel.
Por consiguiente, un primer paso hacia una forma más iluminada de criar bebés consistirá en mantener la vigilancia en el ojo y ser receptivos a cualquier señal que puedan enviarnos. Tan pronto como el bebé vea que respondemos, se desarrollará una mayor armonía entre ambos. Además, el bebé empleará cada vez más su ojo para comunicarse con nosotros.

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