jueves, 16 de octubre de 2014

EL ÁNGEL CUSTODIO


Es el mejor amigo del hombre. Lo acompaña sin descanso día
y noche desde el nacimiento hasta más allá de la muerte, hasta que
llegue a gozar de la plena felicidad de Dios. Durante el tiempo de
purgatorio, está a su lado para consolarlo y ayudarlo en esos
difíciles momentos. Sin embargo, para algunos la existencia del
ángel guardián es sólo una costumbre piadosa para el que la quiera

aceptar. No saben que está claramente expresada en la Escritura y
en la doctrina de la Iglesia y todos los santos nos hablan de él por
propia experiencia. Algunos, incluso, lo han visto y tenido una
relación personal muy estrecha con él, como veremos.
Ahora bien ¿cuántos ángeles tenemos? Por lo menos, uno,
que es suficiente. Pero algunas personas, por su oficio como el
Papa o por su grado de santidad, pueden tener más.

Conozco una religiosa, a quien Jesús le reveló que tenía tres y me dijo sus
nombres. A Santa Margarita María de Alacoque, cuando estaba
avanzada en su camino de santidad, le dio un nuevo ángel, que le
dijo: "Yo soy uno de los siete espíritus, que están más próximos al
trono de Dios, y que más participan en los ardores del Sagrado
Corazón de Jesucristo y mi designio es comunicároslos en cuanto
seáis capaz de recibirlos" (Memoria a la M. Saumaise).

Dice la Palabra de Dios: "Yo mandaré un ángel delante de ti
para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he
dispuesto. Acátale y escucha su voz, no le resistas... Si escuchas
su voz y haces cuanto yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y
adversario de tus adversarios" (Ex 23,20-22). "Para el hombre hay
un ángel, un protector entre mil que le haga ver al hombre su deber"
(Job 33,23). "Mi ángel está con vosotros y os pedirá cuentas"
(Baruc 6,6). "El ángel del Señor está en torno a los que le temen y
los salva" (Sal 33,8). Su misión es "guardarte en todos tus caminos"
(Sal 90,11). Y dice Jesús que "los ángeles de los niños ven
continuamente el rostro de mi Padre celestial" (Mt 18,10).

El ángel guardián te cuidará como a Azarías y sus compañeros en el horno.
"El ángel había descendido al horno con Azarías y sus compañeros
y apartaba del horno las llamas de fuego y hacía que el interior del
horno estuviera, como si soplara un viento fresco, y el fuego no los
tocaba absolutamente ni les causaba ninguna molestia" (Dan 3,46-
50). El ángel te salvará como a Pedro. "Un ángel se presentó en la
cárcel que quedó iluminada y, golpeando a Pedro en el costado, lo
despertó diciendo: Cíñete y cálzate tus sandalias... Envuélvete el
manto y sígueme... La puerta se les abrió por sí misma y salieron y
avanzaron por una calle, desapareciendo luego el ángel. Entonces,
Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora sé que el Señor ha enviado a su
ángel" (Hech 12,7-11).

En la primitiva Iglesia se creía normalmente en el ángel
custodio y, por eso, cuando Pedro es liberado de la cárcel y va a
casa de Marcos, la sirvienta Rode, al darse cuenta de que era
Pedro, llena de alegría, va corriendo a anunciar la noticia sin
haberle abierto la puerta. Pero los que la escucharon creyeron que
estaba equivocada y dijeron: "Será su ángel" (Hech 12,15). La
doctrina de la Iglesia es clara en esto: "Desde la infancia hasta la
muerte la vida humana está rodeada de su custodia y de su
intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel protector y pastor
para conducirlo a la vida" (Cat 336).

También José y María tenían su ángel. Es probable que el
ángel que avisó a José para que tomara a María como esposa (Mt
1,20) o que huyera a Egipto (Mt 2,13) o que regresara a Israel (Mt
2,20) fuera su propio ángel. Lo cierto es que desde el siglo I ya
aparece claramente en los escritos de los Santos Padres la figura
del ángel custodio. De él se habla en el famoso libro del siglo I "El
Pastor de Hermas". San Eusebio de Cesarea los llama "tutores" de
los hombres; San Hilario, "mediadores"; San Basilio, "compañeros
de camino"; San Gregorio Nacianceno, "escudos protectores".

Orígenes afirma que "cerca de cada hombre hay siempre un ángel
del Señor que lo ilumina y lo guarda y lo protege de todo mal".
Del siglo III hay una antigua oración al ángel de la guarda en
la que se le pide que ilumine, proteja y guarde a su protegido. San
Agustín nos habla también con frecuencia de la intervención
angélica en nuestra vida. Santo Tomás de Aquino le dedica un
artículo de su Suma Teológica (Sum Theolo I, q.113) y escribía: "La
custodia angélica es como una extensión de la divina providencia,
ahora bien, como ésta no falta a ninguna criatura, todas deben
encontrarse bajo la custodia de los ángeles"

La fiesta de los ángeles custodios en España y Francia se
remonta ya al siglo V. Quizás desde entonces se comenzara a rezar
la oración que aprendimos desde niños: "Angel de mi guarda, dulce
compañía, no me desampares ni de noche ni de día". El Papa Juan
Pablo II decía el 6 de agosto de 1986: "Es muy significativo el hecho
de que Dios confíe a los ángeles a sus pequeños hijos, siempre
necesitados de cuidado y protección".

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